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10 años de PROYECTOR
A veces uno se plantea qué es PROYECTOR, cuál es su función, por qué, para qué, qué sentido tiene seguir, o mejor, qué sentido tuvo empezarlo.
Nació pequeño, en un espacio pequeño, que ya murió. Nació en un Madrid que ya no es, en una España que poco a poco, por suerte, tampoco es. Nació por necesidad, nació golpeando con fuerza queriendo dar a conocer una disciplina con casi cuatro décadas de existencia pero que todavía era una gran desconocida. Nos remontamos a la segunda mitad de la década pasada, en un panorama bastante desolador donde el videoarte no era más que una pequeña novedad en las principales ferias, pocos años después que el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía adquiriera su colección, comprada casi de restos, los que ya nadie quería, tras años y años de adquisiciones de los principales museos mundiales y de los más prestigiosos coleccionistas. Así era Madrid, así estábamos, sin colecciones, sin centros donde ver, sin apoyos para compradores y menos para creadores, a excepción de las incipientes ayudas convocadas en País Vasco y Cataluña, principalmente para ciudadanos autóctonos o residentes. Bueno no muy distinto de ahora, con algunas bonitas excepciones.
Quizás por esa necesidad de ver, de poder hablar de ello, de compartir, de apoyar a los creadores nació PROYECTOR, de la mano de Maite Camacho Pérez y Mario Gutiérrez Cru, dos artistas que sin haberlo buscado acabaron compaginado su labor artística, con la de comisariado o dirección de espacios y festivales. Como decía, PROYECTOR era modesto. Una semana de programación intensa en Espacio Menosuno, centro de arte experimental que estuvo en funcionamiento de 2005 a 2012 donde el videoarte compartía cartel con las residencias, el arte sonoro, las instalaciones, los talleres, los conciertos y las charlas. 5 días, con 5 programas diferentes en no más de 70m2, cada día una propuesta, donde las videoinstalaciones convivían con los comisariados o selecciones nacionales e internacionales. Siempre con ese espíritu de mostrar videoarte, entendiendo éste desde una mirada muy abierta, más centrada en las primeras manifestaciones donde el tubo catódico era tanto o más valioso como lo que se mostraba en él. Es decir, nos interesaba la escultura expandida, la videoinstalación, la relación con el espectador, con el espacio que lo acogía, la experimentación con el medio, con el formato, cuestionar la propia creación y su labor del artista como creador. No tanto el vídeo monocanal en formato estándar, que en aquellos años era PAL o NTSC, 4/3. Y realmente sigue sin interesarnos tanto este formato más cercano al cine, que ahora podríamos decir que sería 16/9 a HD, pues el 4K todavía es más que incipiente entre nuestros creadores.
Año a año PROYECTOR fue creciendo. Maite Camacho dejó el proyecto para centrarse en IN-SONORA y seguí en solitario el festival desde su tercera edición y durante dos años expandiéndolo a espacios similares, galerías, centros de arte independientes que reconocían el valor del videoarte y creían en la necesidad de dar valor a éste. Casi una docena de días y de sedes donde apareció también la parte teórica, talleres, encuentros... Todo, como siempre, de carácter gratuito, insignia que se mantiene desde el principio: el arte debe ser gratuito y para todos.
Sin dejar ese mismo espíritu, desde 2012 entró en el equipo Paloma G. Valdívia con quien se dio otro gran empujón, duplicándose a una docena de centros de arte de la capital, comisariados internacionales de también otra docena de festivales, de uno y otro lado del charco. Y la convocatoria, que desde el principio del proyecto quiso convertir el festival en lugar de acogida. Un jurado donde los directores de PROYECTOR debatían con otros directores de festivales, profesores, profesionales, así como con la “mirada del público”, es decir, en el jurado siempre había un ciudadano sin conocimiento previo del medio.
Ya para 2013 teníamos varios centenares de propuestas de las que seleccionábamos a no más de 25 artistas que mostrarían sus obras en las distintas sedes, adecuando su trabajo a cada lugar, por eso la idea de la deslocalización, es decir, queríamos llegar a todo tipo de públicos, en todo tipo de barrios. No nos interesaba únicamente esa pequeña minoría que normalmente acude a museos y galerías, queríamos llegar al ciudadano de a pie, por lo que las sedes podían estar en el centro de Madrid, como en los extrarradios, podían ser centros de arte multitudinarios, galerías en calles muy transitadas, como espacios independientes, ateliers de artistas, cines de verano, escaparates, proyecciones en espacio público, en plazas, mercados, bares o lugares donde el transeúnte se pudiera topar, sin querer invadirle, con grandes obras audiovisuales.
2014 fue otro replanteamiento del festival, nuevo tándem con Clara Leitão con quién sigue coordinando el festival. En 2015 entra María Jáñez.
Y en 2016 ampliamos equipo con Mit Borrás, Queralt Lencinas y Eva Ruíz. En 2017 entra Esther Perruca para convertirse en lo que es: una plataforma de profesionales que en colaboración hace posible PROYECTOR, Mario Gutiérrez Cru, Clara Leitão, María Jáñez, Queralt Lencinas y Esther Perruca que trabajamos durante todo el año para que el festival, los comisariados internacionales y la plataforma online sea posible, y que se multiplica x5 durante el festival, gracias a colaboradores y profesionales contratados para tal evento.
Fueron cerca de 8 años donde se hizo el festival prácticamente sin dinero, es decir, gracias a los artistas que cedían sus obras, a los espacios que gratuitamente ofrecían los mismos, donde los coordinadores diseñábamos, preparábamos, montábamos, fotografiábamos, grabábamos en vídeo y editábamos cada edición. Nunca pedimos ayudas, pues nos interesaba la independencia, además de que nos encontrábamos en una etapa donde el dinero para cultura despareció durante media docena de años. Desde la pasada edición, y se ha podido continuar en ésta, PROYECTOR cuenta con pequeñas ayudas de Ayuntamiento y Comunidad de Madrid, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, embajadas, ayudas en equipamiento, bebidas o catering… lo que permite poder pagar a todos los artistas que participan, a los ponentes de las mesas redondas, los encuentros profesionales, el personal de comunicación, la gestoría, pasajes, estancias, dietas, producciones… y un largo etcétera. Un gran salto, que veremos dónde nos conduce, pues tras la alegría del dar, siempre está la tristeza del pedir y sobretodo del justificar.
Con el espíritu con el que empezó, pero desde una mirada en perspectiva, tengo la suerte de poder ver el fruto de 10 años, de colaboraciones, de encuentros y desencuentros, de muestras acertadas, y otras que lamentablemente por unas u otras circunstancias no lo fueron tanto. Esperando que el público y los participantes puedan disfrutar de este aniversario, os quiero presentar este pequeño resumen, homenaje a los artistas que estuvieron, a los nuevos que estarán con nuevas piezas, con nuevas propuestas, nuevas ideas, intentando como el primer día dar visibilidad, dar apoyo y sobre todo acoger con cariño tanto a creadores, coleccionistas, comisarios, historiadores, profesores, profesionales y sobre todo a visitantes, tanto asiduos como nuevos amantes del videoarte.
Gracias a todos por dejarme cumplir un sueño. Gracias, de corazón.
Mario Gutiérrez Cru
Calle Luisa Fernanda 19 Madrid
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